martes, 31 de enero de 2012

El cirujano

El cirujano me vio esa misma tarde, me visitaría en el hospital la semana siguiente para programar la operación, ¿para cuanto tendré? pregunte yo pensando en el trabajo, unas 3 semanas me dijo él ¡Ja! ojala hubiera tenido razón.
Yo solo quería que me lo quitaran, ¿qué pintaba ese bulto en mi interior?, ¿qué podía implicar?, nada bueno, seguro, ¡que me lo quiten, que me lo quiten lo antes posible!, pensaba yo.
A la semana siguiente me visito de nuevo el cirujano, fue breve, me pidió que volviera al digestivo para marcarme el pólipo con tinta para poder verlo bien en la intervención que sería con laparoscopia. Me dio una visita más para confirmar la fecha que ya me había programado, la intervención no sería tan pronto como yo quería y aunque insistí me tranquilizo, esto no tiene importancia me dijo, tal vez en 1 año o 2 sí podría ser un tumor pero no había necesidad de correr tanto.
Me fui con mi fecha aproximada de intervención y un volante de nuevo a mi supermédico digestivo, el que decía que vaya favor me había hecho, a pedir que me hicieran otra colonoscopia. ¡Otra! para marcar el pólipo con tinta. Yo nunca me había hecho un tatuaje,  me iba a estrenar, lastima que no iba a poder lucirlo. Mi supermédico me pidió otra colono, me insistió en que les recordara en la clínica que tuvieran tinta (eso es como recordar al cirujano que lleve su bisturí) y tuvo el detalle de explicarme que el tumor (habíamos pasado de pólipo a tumor, algo que intuitivamente da mal rollo), era como un steak tartar, una bola de carne picada, que en la biopsia de la primera colono solo habían cogido 2 pequeñas muestras del exterior pero que no sabíamos que saldría cuando lo abrieran y lo analizaran completamente. ¡Que bonita metáfora¡, igual no como más steak tartar nunca más en mi vida.
Lo malo es que mi supermédico volvió a tener razón. Si ya lo decía él: "vaya favor que te he hecho".

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